Por Hebe Zemborain (*)
Reseña de:
Dumas, Vito (1965) Los Cuarenta Bramadores, Buenos Aires, Kraft
Releer es mantener vigente el hábito de la lectura y disfrutar de las obras que nos maravillaron, nos deleitaron o contribuyeron a mutar, afianzar o rechazar conceptos es una positiva experiencia.
Esta reflexión viene a cuento pues hace unos días recibí por correo electrónico un
excelente documental sobre el Cabo de Hornos.
Entonces recordé la lectura de hace varios años de un libro que narraba las peripecias sufridas por un navegante solitario decidido a dar la vuelta al mundo en su pequeño barco y para lo cual debería cruzar el temible y temido Cabo de Hornos en el lejano límite sur de nuestro país.
El libro se llama Los Cuarenta Bramadores (Editorial Kraft 1965) y su autor es Vito Dumas, un argentino que asombró al mundo con su viaje inaudito por la ruta imposible.
Nació en el barrio de Palermo un 26 de setiembre de 1900 pero pasó sus primeros años en un campo de Trenque Lauquen en la provincia de Buenos Aires.Tuvo una infancia feliz en un hogar tranquilo y familiero pero serias dificultades financieras sufridas por su padre hicieron que decidiera abandonar los estudios y trabajar para paliar en algo la situación, sólo tenía catorce años pero ya se vislumbraba en él una personalidad arrolladora que no se detendría ante ningún escollo. Mientras se asentaba en su trabajo concurría por la noche a la Academia de Bellas Artes donde cursaba Dibujo y Escultura.
Como toda la muchachada de la época fue un entusiasta nadador, fanático del incipiente boxeo, igual que su contemporáneo el poeta José Sebastián Tallon, y de la no menos novísima aviación nacional. La llama de la navegación aún no se había encendido en él.
Inquieto como era, Dumas investigó en Francia sobre su apellido pero no logró hallar el hilo que lo condujera a conocer algo sobre sus antepasados, “alguien de mi familia que hubiera sido marino, pirata, mercader o traficante de esclavos” según confesaba, pero bien pudo haber tenido en su árbol genealógico a Alejandro, el de Los tres Mosqueteros o a Juan Bautista el químico que escribió un curioso Tratado de Química aplicado a las Artes pero lo cierto es que nadie realizó la hazaña que le dio renombre universal a ese joven desconocido y oriundo de un país que simula caerse del mapa..
A los veintitrés años Vito intentó por cinco veces cruzar a nado el Río de la Plata pero el
casi indomable color de león le arrebató el triunfo. Es posible que allí se gestara su deseo de vencer a las grandes aguas y ocho años después realizó la travesía entre Francia y el puerto de Buenos Aires (1931).
Así lo cuenta:
Aparece muy lejana mi partida de Francia, en aquel atardecer el sol bañaba de oro sus dunas y emprendía en mi Lehg I el viaje a América rumbo a la Cruz del Sur. El barco descansa hoy en el Museo de Luján. El éxito, las llegadas apoteósicas en Vigo, Canarias, Río Grande do Sul, Montevideo y luego Buenos Aires ya pertenecen a un pasado neblinoso ¡cuántas cosas han cambiado! Un soplo de espanto arrasa al mundo y parece que todo ha de perderse; es tan fácil quedarse y resulta tan cómodo…
En efecto, puerto al que llega una muchedumbre recibe eufórica a ese joven de treinta y un años que ya vislumbraba un gran sueño por cumplir, sólo que pasarían diez antes de que, trocado en obsesión, comenzara a pensarlo como realidad.
En cierta oportunidad alguien le dice: debe ser hermoso encontrarse solo en medio del mar a lo que Vito responde: el ser humano ha nacido en sociedad y debe volver a ella.
Por eso cuenta:
Mis vagabundeos por los mares, esa especie de gitanería náutica cayó sobre los surcos que la tierra fue cubriendo. Vendí el Lehg II que había hecho construir en 1934 pensando en una probable vuelta al mundo y con su producto adquirí un tractor.
Me propuse no ver jamás al Lehg II. El mar quedaba tan lejos… allí, arado en mano el sueño pareció adormecerse definitivamente.
Mi vida se orientaba hacia la tierra… no obstante, parado algunas veces sobre una loma sentía el viento venido del río, percibía su aroma, era limpio, diferente.
Imagen extraída de www.adan.org.ar (Asociación Deportiva Argentina de Naútica ) |
Algo comenzaba a inquietarlo, su zozobra aumentaba con esa vida monótona, trabajosa, que no le brindaba las emociones que su espíritu añoraba.
Y lo declara con sencillez y brevedad:
En los días de lluvia encerrado en casa con los mapas extendidos sobre la mesa, atravesaba los mares, estudiaba la ruta imposible. Cuál es la fuerza que me impulsa a partir hacia un destino que me obliga a romper esta normalidad…
La duda ha comenzado a socavar su pretendida decisión.
Pero un atardecer pensé en mi compañero, tenía que verlo, recobrarlo.
Ya no podrá escapar a su destino.
La mañana en que abandoné el campo, luego de la despedida de los peones no tuve coraje para enfrentarme con mi caballo, ni mirar el arado ni el árbol que creciera gracias a mis cuidados. Enfilé hacia la tranquera con el automóvil La decisión fue terminante…ya nada me detendría, debía decirle adiós a lo simple.
Nada simple por cierto quebrar el ritmo de una vida sedentaria, sin altibajos para seguir el impulso de marchar siempre rumbo al amanecer indescifrable, sin desmayo junto a sus fidelísimos compañeros la vieja brújula, el cronómetro, las cartas de navegación.
Se presenta el primer escollo: “Necesitaba hallar un compañero, sin él la empresa sería imposible y ese era el Lehg II pero… ¿dónde hallarlo, dónde estaba?”
El milagro se produce, aún lo poseía quien lo había comprado, el Dr. Rafael Gamba, a quien va a ver acompañado por su gran amigo Arnoldo Buzzi.
Mas el Legh II no estaba para navegar y reacondicionarlo era una empresa costosa, Dumas sabe que sus arcas están paupérrimas pero también sabe que ése es el barco que necesita y no puede esperar. Conversa, discute, se barajan números y posibilidades, su angustia aumenta, ya no puede echarse atrás.
Una vez más la suerte lo acompaña, el Yacth Club Argentino resolvió colocar al Lehg II en condiciones de hacerse a la mar, el Club de Gimnasia y Esgrima pagó el velamen pero había que equiparlo: cien litros de kerosene para la cocina y las luces, dos tanque para cuatrocientos litros agua potable, alimentos para cubrir la permanencia de un año sin encontrar ayuda, medicamentos, ropas adecuadas, abrigo suficiente pues deberá cruzar zonas polares…por suerte tiene amigos de ley que se desviven por ayudar en la empresa.
Una anécdota: le preguntan ¿Qué traje de agua lleva? La respuesta provoca la risa del interlocutor: Un perramus…
Almas generosas lo proveen del equipo necesario.
El 27 de junio de 1942 amanece una mañana fría pero soleada, los diarios anuncian con grandes caracteres “Hoy inicia Vito Dumas su duelo con el mar”… “Vito Dumas brinda la revancha al mar”…
Los cuarenta bramadores lo esperan con todo su potencial, el Lehg II parte elegante y tranquilo listo para afrontar el misterio insondable de los mares.
Imagen extraída de www.navegantevitodumas.com.ar |
Leer el relato de sus hazañas es fascinante, una breve muestra de diferentes momentos:
La noche es negra. No se distinguen señales de vida por ningún lado. Llevo casi cuarenta horas de trabajo continuado, no he probado alimento alguno.
Tiemblo de frío y de cansancio.
Tengo las manos vendadas y cada tarea me produce dolores intensos…
…Mi mano tiene un aspecto impresionante, deformada por la infección.
La olas son monstruosas y atacan por todos lados, el barco gime y el viento ha pasado los cien kilómetros, los Cuarenta Bramadores ya se hacen presentes.
Por unos eternos segundos los mástiles quedaron apuntando al fondo del mar y la quilla al suelo…atontado por el golpe tuve la sensación de que todo acababa… la camareta cerrada hermética, me hallaba en una cárcel sin salida, en un ataúd, me entregué al destino.
…con el magnífico abrigo, más cinco o seis sweaters debajo, dos trajes de agua encima y un montón de diarios pegados al cuerpo logro detener en algo la temperatura polar.
En el instante de asomarme por la camareta quedo paralizado el Lehg II está tratando de abrirse camino entre ¡dos ballenas!
Estas sus palabras nos dan una idea de la magnitud de la empresa pero capítulo tras capítulo se vive lo dramático de la travesía que desafía sin tregua a ese espíritu estrenuo.
Después de penurias sin fin o de breves lapsos de calma infinita, el Lehg II completa su viaje alrededor del mundo luego de haber superado con heroísmo la furia de los tres cabos temibles: Buena Esperanza, Tasmania y Cabo de Hornos.
La hazaña se ha logrado y el 8 de agosto de 1943 el Lehg II con su capitán llegan al puerto de Buenos Aires un año y treinta y seis días después de su partida. Lo aclama una multitud fervorosa.
Vito Dumas, el domador de mares, murió el 28 de marzo de 1965 víctima de un derrame cerebral. Había realizado su último viaje en el Sirio II en 1964 barco que se conserva en el Club Náutico de Mar del Plata, ciudad que ha demostrado su admiración, respeto y afecto como ninguna, creó el Museo Vito Dumas en la playa Varese, entre otras cosas.
En Mar del Tuyú, partido de la costa, existe una Biblioteca que lleva su nombre y en muchas ciudades del país hay calles o accidentes geográficos costeros que lo recuerdan. Al cumplirse cien años de su nacimiento sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Olivos al Panteón Naval en Chacarita.
Soñador… aventurero… inconsciente…vaya a saberse cuáles fueron las motivaciones que lo impulsaron a un posible viaje sin retorno, a dar la vuelta al mundo por la ruta imposible, quizás sus palabras permitan apenas vislumbrarlas: “Voy, en esta época materialista, a realizar una empresa romántica para ejemplo de la juventud.”
(*) Hebe Zemborain. Escritora de LIJ, autora de siete libros, el primero
de los cuales, La Barra de Hernán (Editorial Métodos 1988) obtuvo
la Faja de Honor de la SADE. Fue Vice y Presidente de la AAL
Asociación Argentina de Lectura. Ha concurrido a Congresos de la
especialidad en el país, Europa y USA.Considera que la Lectura es
el medio idóneo ideal para la formación intelectual de chicos y jóvenes.
.