Pipistrella, la rebelde

Nélida Norris 
Estados Unidos 

Vengo de una familia de estirpe perezosa y que todo lo hace al revés. Duerme durante el día y solo cuando llega la noche se despierta de su letargo. Entonces, con gran regocijo sale a volar hacia el campo que se extiende más allá de la colina. Pero a mí no me complace esta rutina. Desearía que nuestra vida fuese un modelo de decoro digno de elogio. En cambio, por los comentarios de mi familia tengo entendido que la gente nos desprecia y hasta nos teme. Eso me preocupó y quise saber la razón de esa antipatía tan injusta. Como ya no tengo a mi mamá, se lo pregunté a mi madrina que, por ser tan vieja, los míos afirman que posee la sapiencia de nuestros ancestros. Siempre tan acertada en sus respuestas, ella me explicó que todo se debe a nuestras salidas nocturnas. Según parece, corren habladurías de que practicamos hechicerías, y no se dan cuenta de que esas incursiones de mi casta impiden que la glotonería de enjambres de insectos dañen sus cultivos y sus viñedos. Bueno, aunque esa creencia me mortificó mucho, he tratado de tolerar la ignorancia pueblera. ¡Ah! Pero del lugar que habitamos no me quejo porque esta cueva es enorme. Tiene galerías internas y una bóveda muy alta. Tan espaciosa que me ayuda a practicar mis vuelos cuando estoy sola o los mayores duermen. La bóveda me recuerda la cúpula de una catedral, la que descubrí cuando decidí conocer más de cerca la población de estos pagos y quedarme a volar hasta las primeras luces del alba. Era un riesgo, lo sé; pero muy tentador. Bueno, me encantó ese vagar por los techos de viejas casonas, edificios de austera apariencia y por los tejados de pintorescas casitas hasta que avisté los viñedos de las afueras del poblado. De ahí viré hacia la cuesta que oculta nuestro refugio. Esa escapada ocurrió sólo una vez porque el regaño de mi mamá fue tal que desistí de repetir mi hazaña solitaria. ¡Ah! Pero como si fuese un castigo a esa desobediencia, desde entonces me persigue la adversidad. Ahora soy huérfana. Fue por culpa de un pájaro feroz que se acercó a nuestra zona en busca de presas. Por saberse en peligro, mamá me empujó lejos de ella. Me salvé, pero caí en unas zarzas de muchas púas donde se me embrolló mi garra. Allí permanecí oculta hasta que desapareció ese cruel enemigo. Luego me deshice de esa maraña espinosa, pero con el esfuerzo me desgarré una pata. El cuidado de mi madrina y mi estoica paciencia al fin me sanaron, aunque ya no puedo dormir colgada de ambas garras y con esa suprema elegancia típica de mi casta. Ahora mis hábitos han cambiado. De día practico el arte de volar para lograr la destreza de antes, pero calladamente, para no despertar a los míos. Al anochecer, una vez que mi familia vuela fuera para cumplir con su compulsión nocturna, yo me acurruco en el boquete que forman las ramas de un árbol contiguo a la cueva y, de allí, gozo de esa magnífica intemperie cuajada de lucecitas que me brinda la noche. Así, cobijada por el ramaje de mi amistoso árbol y arrullada por los grillos, estoy madurando un proyecto. De llevarlo a cabo, lo haré a hurtadillas de mi familia. Total, nada me vale escuchar sus admoniciones siempre tan repetitivas. A mi madrina sí, se lo contaría. Es la única que aviva mi entendimiento con su saber, pero ahora está tan desencajada que sólo dormita. Últimamente como estoy tan imbuida en ideas y proyectos, vuelo un poco por las cercanías de mi cueva, y luego me acomodo en el hueco arbóreo y elaboro mi próxima escapada mientras, fascinada contemplo el fulgor de las estrellas. Y ni qué hablar del placer que me ofrece la luna…tan rutilante en su perfecta redondez; y tan juguetona cuando, noche a noche, va campeando por el cielo en sus distintos viajes. ¡Sí!…!Sí! Ahora puedo volar y maniobrar muy alto sin cansarme. Tampoco necesito recoger un botín de comida de los campos. Ahora soy de poco comer. Con alguno que otro insecto que vuela cerca de mi árbol – refugio, es suficiente. Dicen que cuanto menos pesa uno, más alto se vuela. Y yo he decidido irme a vivir a una estrella. Allá podré bañarme de luz en su plateado paraíso… y desde allí mirar todo el universo. También reflexionar sobre ese, nuestro culto a la noche que, según madrina, tanto disgusta al ser humano. Sí, partiré esta misma noche. apenas se levante la luna del horizonte y me preste su lumbre durante mi travesía… 
. ¡Papá!… ¡Papá!…Vení, aquí entre la hierba hay un animalito extraño…se parece a un gatito 
con mucha pelambre, pero con carita distinta…y no se mueve… 
A ver…a ver… ¡No lo toques! – advierte, mientras se inclina hacia el cuerpo inerme. Es entonces cuando su profesión de zoólogo le sirve bien. Su ojo crítico acaba de descubrir un especimen muy codiciado. Sin ocultar su alborozo, aclara: 
Sabés…es una pipistrella, de la familia de los pipistrellus …No son de esta región…Son los murciélagos más pequeños de esta especie… y, yo diría, los más simpáticos y lindos… ¡Mírala!… es como si fuera un duendecillo caído del cielo … ¿No te parece? 
Papá… ¿Vas a curarla? 
Lo intentaré ahora mismo. 
Entonces, se quedará con nosotros… ¿verdad? Yo le arreglaré un lugarcito en el altillo y la cuidaré hasta que pueda volar. 

Florida (U.S.A.) junio de 2012

Nélida Norris. Argentina, nacida en Rosario, actualmente residente en los EE UU donde obtuvo el Doctorado en Letras, con Distinción. Como crítica, cuentista y ensayista ha publicado en español y en inglés en numerosas revistas literarias, tales como Alba de América, Chasqui, RIB (Órgano Literario de la OEA), El Grillo, La Serpiente Emplumada, World Literature Today, Hispania, Confluencia y Letras de Buenos Aires. 
Su libro Cuentos para abuelas y nietos (Buenos Aires, Corregidor, 2002 y 2003), mereció elogiosos comentarios críticos y reseñas en revistas especializadas. Entre sus ensayos críticos podemos mencionar Teresa de la Parra. Valoración Literaria y Semblanza biográfica (2004), Estampas Críticas de la Literatura Latinoamericana (2003) y Semblanzas críticas de la Literatura Iberoamericana. (Buenos Aires, Georges Zanun Editores, para el Instituto Literario y Cultural Hispánico, 2009) que mereció la Faja de Honor de la SADE en el género Ensayo Crítico el año 2010. La carrera universitaria de Nélida Norris y sus numerosas publicaciones han tenido el justo reconocimiento en Simposios y Congresos internacionales de Literatura. En nuestro país es miembro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), de Gente de Letras y de la Asociación Americana de Poesía.

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