¡Hola! Soy una abuela que teje historias como bufandas de colores, a veces más largas, de esas que se enrollan en el cuello y que te hacen parecer un astronauta. O de esas otras que se quedan flaquitas y se dejan caer casi hasta el piso. O de esas otras abuelas que se animan a dar unas vueltas como un trompo en un medio giro hacia la espalda, pasando por los que se asombran y ríen y pasando por la boca casi sin aire y por la nariz casi estornudando, porque le pica mucho, mucho.
Soy una abuela que no teje esos hermosos suéteres y sacos y gorras, ni esas mantillas de los bebés…
Siento que me querés igual, aunque no te teja esas prendas.
Pensemos juntos: los escarpines… ya no se usan casi; la lana es muy bella y cálida, pero con la imaginación… uno puede cambiarla por palabras que te cuentan historias. Y ¡qué lindo!, dibujar también. Podemos elegir los puntos que saben bien las tejedoras. Por ejemplo : un derecho y un revés, todo derecho y luego todo revés, todo revés solo, dos veces derecho y dos veces revés, hacer unos saltitos y aventurarnos a una simpática trenza o animarnos a dar otros saltos, para que queden algunos espacios…, así como caladitos…
Qué historias crecen con estas ideas que nos hacen cosquillitas en el cerebro, ese señor que dicen “piensa” en nosotros y nos sacude el corazón para que nos riamos o nos pongamos serios, o sintamos que nos ocurre algo como a estos personajes que vivieron algo divertido.
¿Nos asomamos a ver qué hacen?…
Una vez de los había una vez, a una bufanda roja se le ocurrió jugar en el tobogán de la placita del barrio.
Es un día frío y con viento. Cuando el tobogán siente el calorcito de la bufanda roja…,dice:
_ Qué buena sos, quedate aquí en mí, porque tengo muchísimo frío.
_ ¿Te parece? Mirá que estoy tejida en punto jersey , pero con lana, y por ahí a los chicos nos les va a gustar pues cuando bajen por vos, tobogán, no va a ser lo mismo que deslizarse por tu madera.
_ Oh, no, ahora es invierno y la madera está fría, muy fría, muy, muy fría. Ellos se sentirán felices de tener un tobogán alfombrado de rojo. Quedate conmigo.
_ Acepto, pero me iré enseguida si veo que no les gusta a los chicos.
Corre el viento sur, pero el sol, que siempre pone cara de risa cuando puede asomarse entero antes de que las nubes se despierten, dice:
_ Ah, qué linda tarde, la placita tiene algo distinto. ¡Es el tobogán, lo han pintado de rojo!!! Lo iluminaré más. Y el señor Sol alarga tres de sus rayos para llegar al tobogán.
Manuel va de la mano de su mamá y más adelante, Corina se divierte haciendo piruetas “medio mundo” con su papá al lado, que a veces la reta y a veces se ríe a carcajadas.
_ Ah, oh, uy, eh… !un tobogán rojo!, parece que está alfombrado, ¡vamos! –grita Manuel . Y Corina, en medio de otra de sus volteretas, mira de reojo al tobogán y ahí mismo termina con sus acrobacias.
_ ¡Vamos, vamos al tobogán calentito, parece mágico, Manuel!
Papá y mamá los miran riéndose y como ganas de hacer lo mismo. Manuel y Corina suben la escalera y se lanzan por el tobogán rojo y tibio de bufanda en punto jersey . No parecen cansarse nunca, ente risas y caritas rojas, cada vez más iguales al tobogán.
Detrás de un banco de la placita, esta abuela que teje con palabras bufandas para las plazas de juegos de los chicos, se ríe muy contenta y sin dudar un momento, va a buscar lana de color verde brillante para hacer unos guantes mitones a los asientos de los subibajas Y lana amarilla como el sol que sigue sonriendo en el cielo bien celeste, para los asientos de las hamacas.
¿Qué imaginan qué pasó cuando los chicos vieron los subibajas con guantes sin dedos en sus asientos y las hamacas con almohadones? …
Contá o cuenten todo los que se les ocurra: …………………………………………………………………………………………………………
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Cecilia Glanzmann
(Trelew, Chubut, Marzo 2012)