Por Mercedes Pérez Sabbi (*)
Escuela  N°11 D.E. 7- http://biblioteca11de7.blogspot.com.ar
Don Quijote discurría con la voluntad,
 y al decir «¡yo sé quien soy!»,
no dijo sino «yo sé quien quiero ser!».
Y es el quicio de la vida humana toda:
saber el hombre lo que quiere ser.
Te debe importar poco lo que eres;
lo cardinal para ti es lo que quieras ser».

Miguel de Unamuno.

Cuando pienso en la lectura, en la formación de lectores, acuden a mí escenas que tienen como escenario la escuela y como protagonistas los niños, niñas, el maestro, el libro. Pienso en la literatura, ese arte hecho de palabras que tiene la particularidad no sólo de abrirnos a otros mundos con una mirada más amplia y profunda de la realidad, sino también de acercarnos las palabras que nos permiten ir narrando nuestra propia historia. 

Hablo de arte como un modo de entenderse con el mundo más allá de lo pragmático. Como un modo de conocimiento de uno mismo, del otro; un modo de vincularnos con la realidad. El conocimiento que deviene del arte es siempre un conocimiento libertario. La literatura construye libertades y en esta tarea estamos nosotros –educadores/escritores– como puentes fundamentales entre el niño y la literatura. El punto en común es la palabra, la potencia educadora de la palabra literaria. Goethe decía: “Todo lo bello educa”. Y es la palabra literaria la que educa sin habérselo propuesto, la que le permite al niño entrar en un universo de significados. Recordemos que la característica fundamental del ser humano es nombrar las cosas. Cuando el lenguaje se convierte en una rutina, en un algo que se repite, uno pierde la conciencia del nominar, porque utiliza los nombres ya hechos. Creo que la función de un artista, especialmente de los escritores es seguir nominando las cosas, las situaciones, aquello que se nos aparece como innombrable.

Y si bien el arte no se puede enseñar, se puede suscitar. Suscitar el juego, diría Felipe Noé. Y cuando digo juego, no digo algo menor, digo ir entendiéndose con la vida, en sucesivas aproximaciones, como formas de ensayo… Una va armando la vida como si fuera un rompecabezas, pero desde el propio punto de vista. En eso consiste la libertad, que no es vivir sin ataduras… No podemos vivir sin ataduras (somos sujetos); la libertad consiste en elegirlas, cada uno, por sí mismo. Así, como sujetos de la cultura, cada deseo es una hebra de la cuerda que nos ata. La literatura es un buen recurso (dice Fernando Pessoa) para “vivir varias vidas sin tener que morir tantas muertes”.

El niño -desde un punto de vista filosófico-, es una subjetividad que se constituye a partir de la narratividad, y de su permanente “deseo de poder expresar”. Porque si bien la etimología del término INFANCIA remite a la ausencia del lenguaje (in-fans, sin voz ni palabra); también es aquél que se está haciendo del lenguaje, que tiene la potencia de la palabra. Dice Walter Benjamin “… sólo en el lenguaje se comunica lo humano y lo infinitamente impronunciable” (1).  

De esto se trata la vida de ir narrándonos en relación con los otros.

Y aquí estamos nosotros abocados a la tarea de producir y acercar la palabra literaria.

Dice Graciela Montes  
[…] en el terreno de la lectura, como en otros terrenos, la escuela tiene la gran posibilidad de igualar oportunidades. Pero no debería verse esta promoción como la reparación de una falta. No se trata de llenar un hueco. No se trata de que la escuela “dé de leer”, como si la lectura fuese un alimento o una medicina, un bien –propiedad de unos (los sabios, los lectores avezados…) otorgado como una dádiva a los otros (los niños, los ignorantes…). La lectura no funciona de esa manera. Si se trata de ayudar a construir lectores, justamente, es decir sujetos activos, curiosos, capaces de ponerse al margen y vérselas a su manera con un texto, no se puede pensar en una donación, o una administración, sino más bien en una habilitación para la experiencia. Dar ocasión para que la lectura tenga lugar…  (2)


Y dar de leer no funciona como dádiva porque la lectura, en primer lugar, es un derecho, y además no funciona como dádiva porque la lectura no es consumo sino producción. Por eso cuesta leer, porque leer no es llenar un vacío: tengo hambre y como; o, quiero ver televisión y pulso el control. No. Leer va en contra de la corriente consumista porque la lectura es un lugar de permanentes resignificaciones de la cultura base. El niño pequeño tiene un modo de leer la realidad cuando llega a la escuela, un modo de leer que deviene del orden simbólico, del armado de redes simbólicas que inicia el relato en el que se inscribe la presencia del hijo.

Expresa Yolanda Reyes: “Nuestra relación con el lenguaje hace que nuestros embarazos sean embarazos que ya tienen preparativos simbólicos. (…) En largos meses de espera la madre inventa a su hijo…” (3). Son estos relatos las primeras marcas, están aquí los primeros datos biográficos del niño, que se irán rediseñando a partir del nacimiento, de esa comunicación que se establece  a través de los gestos, de los primeros balbuceos, de la sonrisa… Estas primeras expresiones de lenguaje serán leídas por el núcleo familiar y resignificadas permanentemente, continuando así el relato biográfico iniciado antes de nacer. Serán estas lecturas, llenas de significantes, las que continúen el armado simbólico. Se constituye en la primera infancia la estructura base de los aprendizajes futuros.

El niño juega, fantasea e inventa destinos, se construye un guión sobre quién va a ser, cómo se va a comportar y qué proezas va a desarrollar en el futuro. Sobre esta base biográfica, el niño crea y modifica su identidad, que retoca permanentemente en virtud del contexto; especialmente de la mirada de los afectos que lo constituyen. Nuestro hacer como productores de textos, como mediadores de lecturas está liado justamente a estas funciones simbólicas del lenguaje. Los libros para los más pequeños necesitan alguien entre el libro y el niño; lo que Yolanda Reyes llama el triángulo amoroso: un niño, un libro, un adulto que lee.

El niño al identificarse con los distintos personajes de los cuentos o relatos, comienza a experimentar sentimientos de justicia, de amor, de lealtad, de valentía, y por supuesto, de miedo, en una forma que les permite sentirlo como un descubrimiento, como parte de lo que es la aventura de vivir. El niño proyecta en los cuentos sus propios temores, sus angustias y sus fantasías materializadas bajo la forma de figuras literarias; y es justamente a partir de la imaginación, de la ficción, del juego que puede ir resolviendo sus problemas cotidianos. Es a partir de las proyecciones que le permite la literatura, que el niño puede ir reorganizando sus esquemas de creencias, sus identidades y crecer.

Es en la primera infancia que cobra relevancia la lectura en voz alta, la narración oral. Expresa  Rodolfo Castro:
La lectura en voz alta es un acontecimiento que sobrepasa el simple desciframiento de signos y su expresión sonora. El desafío del lector en voz alta es el de transformar esos signos inertes en volúmenes tangibles que respiren, se muevan con libertad y desafío, y toquen al que escucha, lo conmuevan de tal manera que su sensación sea como la de estar viendo el sonido, viendo el cuento escuchado. (4)

Y en esto de suscitar la lectura, en esta utopía de darle la palabra a los otros, hay una instancia fundamental que es la ESCUCHA. Habitamos una enorme dificultad para la escucha. El fenómeno de la escucha tiene que ver con hacer una pausa, un silencio para escuchar al otro. Crear espacios para la escucha, aplicar estrategias para desactivar las interrupciones, es una tarea fundamental para llevar a cabo los aprendizajes. Sin escucha no hay comunicación y EL MALENTENDIDO juega el rol protagónico. Es preciso saber escuchar, tener presente al otro, a los otros, a quienes hablan y nos hablan. Un docente debe poseer una gran capacidad de escucha para poder construir espacios donde la palabra sea escuchada.

Nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos”, dice Galeano.  Las palabras están en los textos, en los relatos, en las voces, en el lenguaje todo que nos atraviesa; en la cultura. No hay pensamiento sin palabras. Pensamos en términos de lenguaje. Esa es nuestra característica de humanidad. Por eso, en estos tiempos de cambios tan vertiginosos, el niño tiene en el libro, en la palabra literaria, un anclaje que le permite hacer una lectura del mundo

Pero también  [señala Lidia Blanco] le creen dudas sobre cómo está armado el mundo, y la esperanza de que es posible transformarlo y que a él, aunque es pequeño, le cabe el derecho de participar y de construir imágenes que lo fortalezcan como persona y como ciudadano. (5)

El lenguaje literario tiene el valor de lo no dicho, de lo que cuesta hablarse.

Entiendo que ustedes, como docentes, se encuentran abocados a reflexionar sobre los modos de intervención pedagógicas en los aprendizajes. En este camino seguramente tendrán certezas y dudas; y eso es bueno, porque cuestionar es parte del camino en la superación de las prácticas y propuestas aisladas, en la búsqueda por encontrar coherencia y continuidad en las estrategias que se elijan. Camino que sigue con mayor reflexión y trabajo compartido.

Sabemos que saber leer y escribir no es lo mismo que ser lector.  Y el gusto por la literatura, al igual que cualquier otro gusto se forma. El desafío será plantear de qué modo se mantiene viva la literatura, sus aires libertarios. Cómo encontramos maneras de no caer ni en el didactismo —que no es literatura— ni en el vacío de las argumentaciones seudo progresistas del placer donde el niño queda solo frente a la visión de un mar de libros que no sabe que necesita.

Asumir la literatura infantil como un producto cultural y no como un instrumento pedagógico. Aquí reside la importancia de nuestro lugar como adultos (docentes, escritores). Porque no hay duda que el futuro de nuestros niños va atado al nuestro. A nuestra manera de vincularnos con ellos.

Convoco a las maestras, maestros, mediadores todos a reflexionar sobre el desafío planteado, a pensar conjuntamente en proyectos de lecturas como parte de un eslabón más en la formación de la cadena de la cultura, porque no hay que perder ésta, la maravillosa oportunidad de sembrar para las futuras generaciones.
Y a modo de despedida, les entrego un poema de Fernando Pessoa.
DE TODO, QUEDARON TRES COSAS
la certeza de que estaba siempre comenzando,
la certeza de que había que seguir
y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo,
Hacer de la caída, un paso de danza,
Del miedo, una escalera,
Del sueño, un puente,
De la búsqueda… un encuentro.
Gracias por este encuentro que siempre es búsqueda.
Mercedes Pérez Sabbi

(1)   Benjamin, Walter, Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos. Ababa Editores, 2007.
(2)   Graciela Montes, La gran ocasión. PNL, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 2007.
(3)   Entrevista a Yolanda Reyes en Educar. Portal Educativo del Estado argentino, 2008.
(4)   Castro, Rodolfo. Habitar el sonido. Revista Nuevas Hojas de Lectura Nº5, Fundalectura y Red Prolectura.
Ponencia presentada en la 5ª Feria del Libro Infantil de Urdinarrain, Entre Ríos, el  26/9/12
(*) Mercedes Pérez Sabbi nació en Buenos Aires, es licenciada en Ciencias de la Educación y trabajó muchos años como docente y asesora pedagógica. Hizo teatro callejero y pertenece a la primera formación del “Grupo de teatro Catalinas Sur”. Fue Coordinadora de Proyectos y Programas del Plan Nacional de Lectura.
Tiene publicados muchos cuentos y novelas porque escribir, a Mercedes, le llena el corazón de alegría. También le encanta visitar escuelas para compartir sus libros con los chicos de todo el país. Los títulos que se destacan son: Florinda no tiene coronita; Seis cuentos de la Colección Verde Limón de Sigmar; Sopa de estrellas; Carmela y Valentín (Cuento destacado por Alija/03); Las dentaduras de Paco Palma, editada en castellano, catalán y gallego; Nos vamos, nomás, nos vamos; Viaje de bodas (8 cuentos de miedo); Mayonesa y bandoneón” obtuvo el 3er. Premio “Los Jóvenes del Mercosur” en el 2009; “Dos asesinos, un muerto y tres obleas”;“Cartas amarillas de La Boca a Rosario”; La maga Inés; Corazones de menta; Manuela en el umbral; Mi insecto interesante; “El puma de Luca”. 

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