RESEÑAS

Regresos a Ítaca: Aquiles y Odiseo, Colección «Héroes de Troya», FFyL, UNCuyo

por Brenda Sánchez (*)
bren.sanchez@ymail.com


Larrañaga, Hortencia; Rosenbaum, Esther; Sardi, Liliana y Silventi, Cristina. Aquiles. Mendoza, FFyL, UNCuyo, 2012. Colección “Héroes de Troya”. Ilustrado por Chanti

Larrañaga, Hortencia; Rosenbaum, Esther; Sardi, Liliana y Silventi, Cristina. Odiseo. Mendoza, FFyL, UNCuyo, 2012. Colección “Héroes de Troya”. Ilustrado por Chanti.



Una que sepamos todos

Mucho se ha discutido (y se discute aún) la conveniencia o no de las adaptaciones literarias. Sus detractores sostienen que adaptar implica  cercenar una obra de arte original. Pero extremando esta postura, tampoco serían honestas con cualquier obra sus traducciones, y extremándola aún más podríamos pensar que el hecho de poner por escrito los textos que pertenecieron a la tradición oral fue también un mecanismo de censura de una obra viva y, por lo tanto, mutable.

Como contrapartida, hay innumerables argumentos, sobre todo pedagógicos, a favor de las adaptaciones, que tienen que ver con la democratización del saber. Al poner la obra en un lenguaje más accesible, serán muchos más los que puedan conocerla,  disfrutarla e insertarse, así, a través de un conocimiento compartido, en el gran tapiz de la cultura, del que habla Graciela Montes.

Cuando las obras de arte pasan a ser parte de la trama de ese tapiz, formando el imaginario de la cultura a la que pertenecen, empiezan a ser propiedad de todos.  Son organismos vivos susceptibles de manipulación, recreación y metamorfosis. Seguramente, muchos chicos de hoy conocen el mundo grecolatino a través del Hércules de Disney, donde las chicas cantan gospell, a través del Aquiles de Brad Pitt en Troya, del comic y posterior película 300, de Gladiador.

Pero, si queremos hilar más fino, el problema está en el tratamiento de este patrimonio cultural. Todo cambio en la forma implica un cambio en el contenido. Además de los  consumos light, existe también una producción que no solo tiene la función de entretener, sino también la de rescatar y transmitir, respetando y cuidando el texto versionado.

Éste es el caso de Aquiles y Odiseo, de la colección “Héroes de Troya”, editados por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.

Aquiles y Odiseo  son dos libros compuestos por una serie de relatos escritos por las profesoras del Instituto de Lenguas Clásicas Hortencia Larrañaga, Esther Rosenbaum, Liliana Sardi y Cristina Silventi. Estos relatos pueden ser leídos también por separado, como cuentos independientes que constituyen el mosaico de la vida de cada héroe.

La tela de Penélope

Lo primero que se evidencia es el cuidado de las autoras que priorizaron la continuidad y causalidad de las historias para hacerla más accesible para el público infantil y juvenil. Los relatos están ordenados cronológicamente en función del recorrido vital del personaje desde su nacimiento hasta su muerte, en el caso de Aquiles; y desde la conquista de Troya por medio del ardid del caballo hasta la llagada a Ítaca, en el libro de Odiseo. En función de esta estructuración cronológica, los relatos narrados no se limitan solo a La Ilíada y La Odisea, sino que se introducen otros del ciclo troyano que completan las historias.

El acierto fundamental de ambos libros es que mantienen el espíritu del mundo griego. La adaptación no mutila la historia. Las autoras, todas reconocidas estudiosas de la cultura helénica, han logrado simplificar las historias recreándolas desde un profundo respeto por esa voz (o voces) que llamamos Homero, que se hace evidente en todos los niveles.

Una muestra de esto es el relato del encuentro con Polifemo. La escena en la que  Odiseo ciega al cíclope es brutal y en este libro se versionan los hechos respetando esta crudeza original, sin hacer concesiones a una censura que manda empobrecer y edulcorar los textos para niños, como si éstos no se enfrentaran diariamente a formas extremas de crueldad social, como son la exclusión y la marginación.


Sin perder tiempo, retiraron el palo incandescente y lo clavaron en el único ojo del cíclope. Chirrió la pupila y un olor a carne quemada se extendió por el antro.
—¡Ahuuuuuuuuuuugrrr! —aulló horriblemente.
Sus alaridos estremecieron la isla entera. (p.54/55)

A su vez, esta presentación de la situación es la que posibilita comprender el error trágico de Odiseo y la  ira de Poseidón, que desencadenará las complicaciones del regreso.

El personaje de Odiseo mantiene su riqueza de contrastes original: a veces es el jefe sabio y prudente y otras, se deja dominar por sus pasiones. La adaptación no cercena al personaje encastrándolo en moldes moralmente reducidos y reductores. Lo deja ser, como Homero, complejo, contradictorio, deseoso de su patria y de los suyos, pero disfrutador de los placeres de otras tierras y otras compañías.

En cuanto al estilo, se ha recurrido a los diálogos que dan agilidad a la acción, pero donde radica la riqueza literaria de estos libros es en la voz narradora que recrea ese espíritu del mundo griego, que ya mencionamos, a través de distintos procedimientos léxicos:

  • ·        Se revisitan con acierto giros como epítetos (la discordia, enemiga de los hombres; Ateneas, la de los ojos de lechuza; Odiseo, el hombre astuto, el hombre inteligente, el hombre de los mil recursos) y expresiones formulares (los cóncavos bajeles, las veleras naves, el mar abundante en peces, los remos de pulimentada madera) que aparecen hábilmente dosificados  y le dan a los textos el sabor homérico, sin crear dificultades en la lectura para un lector no experimentado, como un niño.
  • ·        Se recrea la atmósfera del texto original a partir de la reutilización en estructuras más simples de los elementos léxicos esenciales.

Como ejemplo, un fragmento del Canto V de La Odisea, que relata el encuentro con Calipso:



Cuando hubo arribado a aquella isla tan lejana, salió del violáceo ponto, saltó en tierra, prosiguió su camino hacia la vasta gruta donde moraba la ninfa de hermosas trenzas, y hallóla dentro. Ardía en el hogar un gran fuego, y el olor del hendible cedro y de la tuya, que en él se quemaban, difundíase por la isla hasta muy lejos; mientras ella, cantando con voz hermosa, tejía en el interior con lanzadera de oro. Rodeando la gruta, había crecido una verde selva de chopos, álamos y cipreses olorosos donde anidaban aves de luengas alas: búhos, gavilanes y cornejas marinas, de ancha lengua, que se ocupaban en cosas del mar.
[La Odisea, canto V, trad. Luis Segalá y Estalella]

Ahora, la versión de Odiseo, de la colección “Héroes de Troya”:


De pronto la distinguió. La isla era un puntito en el azul ondeante. El mensajero Argifonte se arrojó del éter al mar. Como una gaviota cayó sobre las olas y se dejó llevar por ellas. Del mar violáceo fue caminando hacia la playa rumbo a la gran gruta. Se detuvo embelesado:

—¡Es un paraíso! ¡Increíblemente variado es el tono verde de los chopos, cedros, cipreses y tuyas! ¡Ooh! Y hay prados blancos de violetas y hasta vides cargadas de frutos.
Después admiró las fuentes cristalinas y rumorosas que corrían en distintas direcciones. Sonriendo se gozó con el canto de las aves y aspiró profundamente el olor que se esparcía por la isla… […]
Lentamente se puso en movimiento hacia la mansión de la ninfa. Ésta estaba adentro, tejía al telar y cantaba. (pp.138-139)

  • ·        También podemos mencionar el sabor épico en las formas de apertura y cierre de cada uno de los capítulos, que les confiere la posibilidad de lectura independiente.

Las ilustraciones de Chanti resignifican los textos agregando nuevos sentidos y anclándolos epocalmente,  a través de las ropas, los barcos, las edificaciones, los instrumentos musicales, los enseres de cocina, y otros elementos cotidianos para los personajes.

Regresos a Ítaca

Si, como sostiene Marcela Carranza, una adaptación es ante todo un acomodamiento a una representación de lector, a una idea del lector infantil, podemos asegurar que las autoras han partido de un profundo respeto  y estima por su lector, brindando una versión alejada de estereotipos.
Estas historias, lejos de clausurar, abren sentidos, despiertan sensaciones, ofrecen olores y sabores deliciosos y lejanos y nos invitan a disfrutar, voraces, del banquete de la literatura.
Quizás para algunos lectores sean el pasadizo acogedor que los conduzca a la lectura de los textos originales; pero, para los que no, bastará con sentir que alguna vez lucharon en las murallas de Troya, o que recorrieron el violáceo ponto buscando una Ítaca tan presente y tan esquiva.

Bibliografía

Carranza, Marcela. “Los clásicos infantiles, esos inadaptados de siempre”. En: www.imaginaria.com.ar/tag/no-313/
Sotomayor Sáez. Ma. Victoria. “Literatura, sociedad y educación: las adaptaciones literarias”. Revista de Educación, núm. extraordinario 2005, pp 217-238


(*) Brenda Sánchez es licenciada en Letras por la UNCuyo y Diploma Superior en Lectura, Escritura y Educación, FLACSO. Ha escrito artículos de investigación en revistas especializadas. Docente del ciclo de Licenciatura en Literatura Infantil y Juvenil, FFyL, UNCuyo. Investigadora del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza (CELIM), dependiente de la FFyL, UNCuyo.

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